


Si sigues los contenidos de este blog, o acabas de aterrizar, observarás que en los contenidos presto mucha atención a los cambios en las condiciones de trabajo que se producen como consecuencia de la revolución tecnológica actual. Hoy, con este artículo, he decidido cambiar el foco y prestar atención al impacto de la tecnología, y en especial la IA, en los aspectos emocionales de las personas trabajadoras.
Los cambios se suceden de manera rápida pero ¿te has parado a pensar en tu nuevo compañero de trabajo? No, no me refiero al que se sienta físicamente al lado, o con quien te reúnes en remoto mediante Zoom. ¡Hablo del que existe dentro de tu ordenador!
La IA en el trabajo ha dejado de ser una herramienta pasiva que usamos (como una base de datos o una table de Excel) para convertirse en un socio cognitivo activo con el que colaboramos. Y aquí está el verdadero quid de la cuestión que vamos a abordar en este artículo, ya que estas herramientas actúan como un espejo digital que nos devuelven un reflejo constante de nuestro rendimiento, nuestras capacidades y, a veces, de nuestras carencias. Y como cualquier espejo que miramos fijamente cada mañana, lo que vemos en él empieza a moldear cómo nos vemos a nosotros mismos. En consecuencia, afecta a nuestra identidad laboral.
En este artículo exploramos esa dualidad. ¿Es este espejo una herramienta que nos permite mejorar nuestras habilidades, nos reafirma y nos eleva como personas? ¿O nos estamos volviendo peligrosamente dependientes de un reflejo, perdiendo la confianza para actuar cuando el espejo no está para observarnos?
El impacto de la IA en el trabajo no es monolítico; es un espectro. Este espejo digital tiene el poder de magnificar tanto nuestras fortalezas como nuestras inseguridades. La forma en que interactuamos con estas herramientas determina si nos elevan o si, por el contrario, nos volvemos peligrosamente dependientes de nuestro propio reflejo tecnológico.
En el corazón de esta dualidad se encuentra un concepto psicológico clave. Albert Bandura, en Self-efficacy: The exercise of control (1997), definió la autoeficacia, como la creencia en la propia capacidad para organizar y ejecutar las acciones necesarias para alcanzar objetivos ).
La IA está poniendo a prueba esta creencia de dos maneras radicalmente opuestas. En primer lugar como potenciador de nuestras capacidades (reafirmación):
Pero ¿qué ocurre cuando el reflejo es tan bueno que dejamos de confiar en nuestra propia imagen? Aquí es donde el espejo se convierte en una muleta (dependencia). La atrofia de habilidades es la ley básica de la neuroplasticidad: lo que no se usa, se pierde. Si dejamos de redactar el primer borrador, ¿perdemos nuestra capacidad de estructurar un argumento desde cero? Si confiamos ciegamente en el análisis de la IA, ¿perdemos nuestro habilidad de pensamiento crítico?
El empleado mira un producto final excelente (un informe, un diseño, un texto) y, aunque técnicamente lo "hizo", siente una profunda sensación de fraude. Surge la pregunta: ¿He hecho yo esto, o lo ha hecho la IA? Este síndrome del impostor digital erosiona la autoeficacia. El éxito ya no se atribuye a la competencia personal, sino a la herramienta.
Finalmente el trabajador genera una dependencia cuando siente que no puede rendir sin la IA. ¿Solo soy un persona que sabe utilizar herramientas de IA?
Un reciente informe del Capgemini Research Institute (2025) encontró que, si bien el 60% de los empleados valora la IA para la productividad, un 45% también expresa ansiedad sobre la relevancia de sus propias habilidades a medio plazo.
La identidad laboral no se está perdiendo, sino que se está reestructurando bajo la presión de la automatización. Hemos pasado de una identidad basada en el "saber-hacer" manual o rutinario a una basada en el "saber-gobernar" la tecnología.
El verdadero desafío del futuro del trabajo es redefinir qué significa ser competente. Si la IA puede ejecutar tareas mejor y más rápido, nuestra valía ya no puede residir en la ejecución. El nuevo profesional se convierte en el "Director de Orquesta", y su autoeficacia se ancla en su capacidad de orquestar el conjunto de herramientas digitales, no solo de tocar un solo instrumento.
Esta transformación requiere que nuestro enfoque se centre en tres nuevas habilidades cognitivas (o metacognitivas) que la IA, por definición, aún no puede replicar:
En esencia, la identidad laboral en esta nueva era digital nos obliga a mirar el espejo y ver no solo al colaborador que trabaja con la IA, sino al director que la guía y la domina.
La transición hacia una identidad laboral híbrida no es automática; requiere una intervención consciente por parte de las organizaciones, actuando y asegurando que el espejo digital se usa para construir, y no para fragmentar, la confianza de los empleados.
El verdadero reto de la gestión de la IA no es tecnológico, sino psicológico. La estrategia debe centrarse en mitigar la dependencia y valorizar las nuevas habilidades metacognitivas (juicio, curiosidad, integración y visión de conjunto) que hemos identificado.
¿Cómo pueden las organizaciones cultivar esta identidad en su organización? En primer lugar, fomentar la desconexión: crear el espacio y la seguridad psicológica para que los empleados cometan errores y practiquen el "trabajo no asistido". Si el trabajador nunca se enfrenta a la complejidad de las tareas sin utilizar la IA, su autoeficacia siempre estará en conflicto con la tecnología.
En segundo lugar está recompensar el juicio, el pensamiento crítico, como el nuevo KPI de las organizaciones. Los sistemas de evaluación de desempeño deben evolucionar. La Asociación Española de Dirección de Personas (AEDIPE, 2025) insta a los departamentos de RRHH a centrarse en la evaluación de competencias, como el pensamiento crítico y la visión de conjunto, sobre las métricas de actividad. Esto envía un mensaje claro: lo valioso eres tú, no tu herramienta.
Por último, debe darse una radical transparencia algorítmica en la organización. Los empleados deben entender exactamente qué tarea delega la empresa en la IA y qué habilidad humana se espera que crezca como resultado. La falta de transparencia alimenta el miedo a la obsolescencia. Esta comunicación es vital para impulsar el IA y desarrollo profesional y asegurar que la formación se centre en donde el humano aporta más valor.
Las organizaciones que desarrollen esta transición no solo impulsarán la productividad, sino que garantizarán la salud mental y la reafirmación de sus empleados, asegurando que el espejo digital sea una herramienta de crecimiento, no de inseguridad.
Llegamos al final de este primer acercamiento a los cambios que introducen las tecnología de la era digital en la identidad laboral. La conclusión es clara: la IA es, en efecto, un espejo poderoso que está remodelando nuestra psique profesional. Desde el uso del coaching con IA hasta la delegación de tareas críticas, esta tecnología nos empuja a redefinir nuestra valía. La pregunta ya no es si trabajaremos con IA, sino cómo garantizaremos que esta colaboración no culmine en trastornos emocionales.
Hemos explorado el espejo digital y los desafíos que plantea a nuestra autoeficacia. ¿En tu día a día, sientes que la IA actúa más como un potenciador que reafirma tu identidad híbrida, o como una muleta que genera inseguridad?
Si este artículo ha sido útil para reflexionar sobre cómo está afectando el uso de la IA en nuestra identidad laboral, te invitamos a compartirlo en tus redes sociales para ampliar la conversación.
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AEDIPE (Asociación Española de Dirección de Personas). (2025). Informe de inteligencia artificial en el trabajo y la evolución de Recursos Humanos.
Capgemini Research Institute (2025). Gen AI at work Shaping the future of organizations
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